Hoy, me gustaría introducirlos un poco en los recuerdos y las raíces de mi vida para compartir con ustedes una parte esencial de mi ser. La inspiración detrás de mis pasiones: el arte de recibir, la repostería y las delicias que han tejido los lazos más profundos en mi existencia. Mis abuelas han marcado mi vida, guiándome por un camino donde la familia, la cocina y la amistad se entrelazan en un relato que hoy quiero compartir con todos ustedes.
Mi abuela Paulina, descendiente de italianos, era la reina de la cocina, su vida ha transcurrido amasando con amor y uniendo a la familia alrededor de su mesa. Ella como yo, mamá de hijos hombres, los consentía tanto como yo a los míos. Aunque partió cuando yo tenía apenas 9 años, su legado culinario italiano perdura en mis recuerdos de la infancia.
MI otra abuela Yaya, una maestra en el arte de recibir, me brindó su encanto y estilo, creando experiencias gastronómicas inolvidables tanto por sus platillos especiales como por su calidez. Mi madre siempre afirmó que heredé de ella el don de recibir y vivir la vida con ese mismo entusiasmo.
Los últimos veintidós años me llevaron lejos de mis raíces pero conservé la esencia de unión familiar y celebración que aprendí de mis antepasados. La vida me llevó a construir nuevas familias lejos de mi lugar de origen. Amigos que se volvieron hermanos y este país se ha convertido en mi hogar, tal como canta Alejandro Sanz “corazón partió” dejando mi corazón dividido entre estos dos mundos.
Jamás perdí mis raíces, más bien, las alimenté y dejé que mis habilidades culinarias crecieran como una extensión de mi identidad. El arte de consentir, ese don que fluye de generación en generación, trae constantemente a mi presente los momentos felices de mi pasado tejidos en la memoria de sabores y aromas que aún perduran.
Hoy, rindo homenaje a mis abuelas, guardianas de mi inspiración. Este artículo, escrito con lágrimas que brotan de la emoción, se siente como un capítulo de mi diario íntimo compartido con todos ustedes. La vida es un viaje que nos transforma, nos lleva lejos de nuestras raíces pero también nos enseña a nutrir y hacer crecer esas raíces en nuevos terrenos.
En cada platillo que cocino, en cada invitado que recibo, las veo a ellas. A través de sus enseñanzas, descubrí que el arte de consentir no solo es una tradición sino un puente que conecta generaciones siempre con amor y empatía.
En este viaje gastronómico celebro la vida, honro mis raíces y agradezco a aquellos que han tejido su historia en la trama de la mía.
Con cariño
Roxana
2 comentarios
Los sabores y amores se llevan en el alma…allí están las abuelas…las mamis…y nuestro yo interior rebozando entre recuerdos y la inocencia de ver como en sueños sus manos nos acarician….así como hoy acariciamos a nuestros hijos…..todo con amor…
Desde el corazón, grande Ro